Escribir es entrar en un mundo de sensaciones, hasta ahora desconocido para mí. Si además tienes la fortuna de contar con alguien que te lleva de la mano, que te enseña y te corrige, el camino es más facil.
Ver publicados algunos de tus relatos en un precioso libro, es un sueño.
Letras Mayores, es mi sueño.
La nieta Camila
Blog oficial de Camila Navarro
domingo, 30 de junio de 2013
domingo, 26 de mayo de 2013
HERMANN HESS, CITAS
- Si no te gusta una persona, odias algo en él que es parte de ti mismo.
- Para mí, los árboles han sido siempre los predicadores más penetrantes. Viven en tribus y familias, en bosques y arboledas. Son como personas solitarias. No como ermitaños, sino como hombres grandes y solitarios, como Beethoven y Nietzsche. En sus más altas ramas escuchan los susurros del mundo. Cuando un árbol es cortado y revela su desnuda herida mortal al sol, se puede leer toda su historia en el luminoso, el disco inscrito de su tronco: en los anillos de sus años, sus cicatrices, toda la lucha, todo el sufrimiento , toda la enfermedad, toda la felicidad y la prosperidad esta verdaderamente escrito.
miércoles, 22 de mayo de 2013
LAS MUJERES QUE NUNCA EXISTIERON
Por fin una parte de la población
mundial puede celebrar el primer centenario de su incorporación a la
universidad. Por supuesto es un hecho destacable y digno de celebraciones.
El 52% de la población mundial
celebra el centenario de su incorporación a la cultura, a la libertad y a la
independencia. Solo su primer centenario. Pero bendito sea.
Y benditas aquel puñado de
mujeres que se arriesgaron, se jugaron su prestigio y su honor y en algunos
casos hasta la vida y saltando los muros de infranqueables reductos masculinos
ocuparon los sitios que les correspondían.
Actualmente, y solo un siglo
después, la mayoría del alumnado universitario son mujeres. Y sus resultados
académicos, brillantes.
Pero no sería honesto por nuestra
parte dejar una vez más en el olvido a esos miles de mujeres que fueron
apartadas por el núcleo familiar de la formación más básica. Dedicadas únicamente
a las tareas domesticas para que sus hermanos y sus hermanas pequeñas pudieran
formarse, ir a la universidad, obtener títulos universitarios y posteriormente grandes
carreras profesionales con prestigio y por supuesto una buena situación
económica. Resumiendo una posición social elevada.
En este centenario hay que rescatar,
a esos miles de mujeres que se sacrificaron para que otras muchas fueran a la universidad.
Se quedaron en casa. Se encargaron de todas las tareas domesticas. Atendieron
con mimo a sus hermanos y hermanas pequeñas para que solo se tuvieran que
dedicar a estudiar.
La mayoría han tenido siempre
inquietud de formación y cultura. Se casaron jóvenes. Muchas acertaron y muchísimas
no.
Siempre han insistido a sus hijas
para que estudien, para que se formen. Si su situación económica no les
permitió pagarles la universidad, una y otra vez les decían lo importante que
era tener formación, estudios, trabajo, independencia. O sea el camino de la
libertad.
Como no existían no las hicimos
caso.
Cuando su escaso tiempo se lo
permitía siempre estaban con un libro en las manos. Leían de todo. Siempre inquietas
por aprender y a la vez avergonzadas de “no saber”.
Que no se vuelvan a dar
situaciones familiares en las que varios hermanos son: Don José, Don Pedro,
Doña Pilar y la Señora
Asun.
Ningún miembro de la familia ha
reconocido nunca su deuda histórica con sus hijas y hermanas. Familiarmente y
socialmente nunca han existido.
En este momento histórico, nosotras,
sus hijas, tenemos en nuestras manos la oportunidad de rescatarlas y sacarlas a
la luz.
Ahora comprendo porqué mi madre
saltó de alegría cuando le comente que me prejubilaba. Y ahora entiendo porqué
se lo cuenta a todo el mundo.
Para ella es una meta cumplida. En
una de sus hija prendió su semilla: estudia, trabaja, se independiente, se
libre.
Gracias a todas nuestras abuelas
y gracias a todas nuestras madres y tías. Este centenario os corresponde más a
vosotras. Sin vosotras hubiéramos
tardado cien años más.
sábado, 23 de octubre de 2010
AUTORRETRATO
He recibido una educación arcaica, pero soy una chica estupenda. En el espejo soy una mujer, ya de mediana edad, y para mi gusto gordita. Físicamente no me gusto nada. Soy miedosa y esto no lo sabe nadie. Me preocupo por todo y por todos. No soporto las injusticias y el abuso. Odio todo lo relacionado con el trabajo domestico, menos cocinar. Lo más importante de mi vida son mis hijos. Son unos seres humanos estupendos. Sé que seré una buena abuela. Soy manitas, tengo buenas ideas y soy muy creativa. Pero no es meritorio, son mis genes. Me gusta aprender. Me gusta leer, me encantan los libros. Me gusta la música, cualquiera. Me gusta andar. Estoy colgada con la Formula 1. Me encantan las plantas y las flores. Siempre tengo un sudoku cerca. Tengo una tendencia natural a meterme en marrones y compromisos. Ya no me importa madrugar. No detesto ningún día de la semana.
Es curioso, desde el otro lado del espejo no tengo nada que ver con el recuerdo que tenía de mí.
Es curioso, desde el otro lado del espejo no tengo nada que ver con el recuerdo que tenía de mí.
sábado, 16 de octubre de 2010
ME ACUERDO ...
Me acuerdo de los muchos 1 de enero de mi juventud. Me acostaba muy tarde, de regreso de la fiesta de fin de año. Mis padres nos dejaban dormir hasta la hora de la comida y nos despertaban justo para comer. Era genial, el comedor limpio y recogido de la cena de fin de año. La mesa elegantemente puesta, mi madre cuida mucho todos los detalles. El olor a carne guisada y en el centro de la mesa una enorme fuente con ensaladilla rusa. Humm
Me acuerdo de cualquier tarde en mi reciente pueblo cántabro, Liérganes, y el ritual del chocolate con churros en el Bodegón de Daniel.
Me acuerdo ir de vacaciones a Galicia y al entrar por las Rias Baixas el agradable olor a mar y el griterío de las gaviotas.
Me acuerdo del nacimiento de mis hijos, con mis cinco sentidos.
Me acuerdo de la primera vez que acaricié un perro, hace solo tres años. Desde entonces le achucho todas las veces que puedo.
Me acuerdo en mi infancia llegar a casa de mi abuela en su aldea gallega Lestrove. Nos pegábamos por dormir en las camas con colchones rellenos de hojas de maíz secas. Su agradable tacto, su confort y su estruendoso ruido toda la noche. Lo pasábamos genial.
Me acuerdo visitar la rosaleda en Madrid y oler las rosas ganadoras.
Me acuerdo del perfume que mi padre usó toda la vida, Varon Dandy.
Me acuerdo acompañar a mi tía a llevar una empanada al horno en Santiago de Compostela.
Me acuerdo del primer beso.
Me acuerdo que siempre que pico cebolla lloro.
Me acuerdo del olor del quirófano.
Me acuerdo del B-747 aparcado para chatarra
Me acuerdo besar la frente de mis hijos para comprobar si tenían fiebre.
Me acuerdo pasar una noche de galerna en Cantabria.
Me acuerdo del ritual del botafumeiro en la catedral de Santiago.
Me acuerdo del ruido del taladro del dentista.
Me acuerdo del tacto de las manos de mi padre.
Me acuerdo del olor de la tienda donde compro las especias para los callos, por supuesto en el casco histórico de Santiago.
Me acuerdo ver a mi futura nuera vestida de novia.
Me acuerdo ir a la peluquería el día de mi comunión.
Me acuerdo cuando mi madre cuece castañas.
Me acuerdo cuando tenía 6 años y nació mi hermano pequeño. Mientras mi madre daba a luz nos dejaron en el convento de mi tía la monja, en Las Rozas. Tenían recogidos niños con deficiencias psiquicas. Aún les veo.
Me acuerdo toda mi infancia, ayudar a mi padre a poner el nacimiento.
Me acuerdo ver a mis amigos y compañeros en mi despedida.
Me acuerdo del escaparte de la pastelería Fina en Santa Eugenia de Ribeira.
Me acuerdo de la fabada que hace mi madrina.
Me acuerdo ayudar a mi abuela en la vendimia y en la elaboración del aguardiente.
Me acuerdo ver a mi padre dibujar y pintar.
Me acuerdo probarme los tacones de mi madre y romperlos.
Me acuerdo de cualquier tarde en mi reciente pueblo cántabro, Liérganes, y el ritual del chocolate con churros en el Bodegón de Daniel.
Me acuerdo ir de vacaciones a Galicia y al entrar por las Rias Baixas el agradable olor a mar y el griterío de las gaviotas.
Me acuerdo del nacimiento de mis hijos, con mis cinco sentidos.
Me acuerdo de la primera vez que acaricié un perro, hace solo tres años. Desde entonces le achucho todas las veces que puedo.
Me acuerdo en mi infancia llegar a casa de mi abuela en su aldea gallega Lestrove. Nos pegábamos por dormir en las camas con colchones rellenos de hojas de maíz secas. Su agradable tacto, su confort y su estruendoso ruido toda la noche. Lo pasábamos genial.
Me acuerdo visitar la rosaleda en Madrid y oler las rosas ganadoras.
Me acuerdo del perfume que mi padre usó toda la vida, Varon Dandy.
Me acuerdo acompañar a mi tía a llevar una empanada al horno en Santiago de Compostela.
Me acuerdo del primer beso.
Me acuerdo que siempre que pico cebolla lloro.
Me acuerdo del olor del quirófano.
Me acuerdo del B-747 aparcado para chatarra
Me acuerdo besar la frente de mis hijos para comprobar si tenían fiebre.
Me acuerdo pasar una noche de galerna en Cantabria.
Me acuerdo del ritual del botafumeiro en la catedral de Santiago.
Me acuerdo del ruido del taladro del dentista.
Me acuerdo del tacto de las manos de mi padre.
Me acuerdo del olor de la tienda donde compro las especias para los callos, por supuesto en el casco histórico de Santiago.
Me acuerdo ver a mi futura nuera vestida de novia.
Me acuerdo ir a la peluquería el día de mi comunión.
Me acuerdo cuando mi madre cuece castañas.
Me acuerdo cuando tenía 6 años y nació mi hermano pequeño. Mientras mi madre daba a luz nos dejaron en el convento de mi tía la monja, en Las Rozas. Tenían recogidos niños con deficiencias psiquicas. Aún les veo.
Me acuerdo toda mi infancia, ayudar a mi padre a poner el nacimiento.
Me acuerdo ver a mis amigos y compañeros en mi despedida.
Me acuerdo del escaparte de la pastelería Fina en Santa Eugenia de Ribeira.
Me acuerdo de la fabada que hace mi madrina.
Me acuerdo ayudar a mi abuela en la vendimia y en la elaboración del aguardiente.
Me acuerdo ver a mi padre dibujar y pintar.
Me acuerdo probarme los tacones de mi madre y romperlos.
jueves, 29 de abril de 2010
PENA DE MI
El dolor pasa
dijisteis.
La tristeza se atenúa
dijisteis.
La vida sigue
dijisteis.
El dolor se instaló en mi corazón
en el momento de su perdida.
Y con mucha fe, desaparecerá
el día de nuestro reencuentro.
La tristeza quedó en mi ánimo
a ratos, la vida la va guardando.
Pero asoma siempre que mi existencia
me depara algo grato.
La vida no continuó, no pudo
solo transcurrió.
El dolor pasa
dijisteis.
La tristeza se atenúa
dijisteis.
La vida sigue
dijisteis.
Eso es, solo lo dijisteis.
dijisteis.
La tristeza se atenúa
dijisteis.
La vida sigue
dijisteis.
El dolor se instaló en mi corazón
en el momento de su perdida.
Y con mucha fe, desaparecerá
el día de nuestro reencuentro.
La tristeza quedó en mi ánimo
a ratos, la vida la va guardando.
Pero asoma siempre que mi existencia
me depara algo grato.
La vida no continuó, no pudo
solo transcurrió.
El dolor pasa
dijisteis.
La tristeza se atenúa
dijisteis.
La vida sigue
dijisteis.
Eso es, solo lo dijisteis.
sábado, 13 de marzo de 2010
LO QUE NUNCA PENSÉ QUE HARÍA
De repente se me creó un problema. Era urgente que enviara un documento por email. Necesitaba que me confirmaran si ese tributo me correspondía pagarlo o no. ¡Dios!, y como escaneo estos papeles.
Eché de menos estar trabajando. Que fácil era todo.
En casa nadie podía auxiliarme. Me tenía que buscar la vida.
Hace más de 37 años que vivo en este barrio pero no lo conozco. ¡Puf!, que marrón.
Repasé de memoria las papelerías del barrio, pero no recordaba que alguna ofreciera escanear documentos. Fotocopias y fax, sí.
Mi hijo pequeño me dijo que en algún "Locutorio" de los inmigrantes posiblemente tendrían escaner. Vale, pero intentaré otra posibilidad.
Ah, ya sé, mañana cuando salga de clase me paso por El Corte Inglés y seguro que allí tienen ese servicio. Me llevaré el pen drive.
Efectivamente, pregunté y me dirigieron a la planta donde me harían el escaner de los documentos. ¡Soy feliz!.
Pues no, solo fotocopias y fax.
Solo me queda la posibilidad de preguntar en un "Locutorio".
Me superó un poco esta posibilidad de camino a casa.
Entré en el primero que me encontré. El hombre que estaba detrás del mostrador me miró con cara de "esta señora se ha equivocado de sitio".
Buenos días, por favor escanean ustedes documentos?
Sí. ¿Que hay que escanear?
Pues, estos 4 documentos.
Bien, espere ahí.
No sé como escaneó, pero tardo un montón. En ese espacio de tiempo compartí lugar con personas de distintos paises. Y cada una de ellas me miró con extrañeza de que una persona como yo estuviera allí.
Mientras permanecí allí, yo era la inmigrante. Yo era la persona distinta y yo era la persona desubicada.
Confieso que no me sentí nada bien.
Yo intente que me grabara el archivo con los documentos en el pen drive, pero el insistió en que la manera más cómoda y fiable era enviármelo a mi email. Me costó un montón decidirme a dárselo, pero se lo dí. No me fui muy conforme.
Cuando llegué a casa, allí estaban los documentos en mi correo.
Soy una estúpida. Y lo peor, creo que tengo prejuicios.
Creo que he recibido una buena lección.
Nunca diré de este agua no beberá.
Eché de menos estar trabajando. Que fácil era todo.
En casa nadie podía auxiliarme. Me tenía que buscar la vida.
Hace más de 37 años que vivo en este barrio pero no lo conozco. ¡Puf!, que marrón.
Repasé de memoria las papelerías del barrio, pero no recordaba que alguna ofreciera escanear documentos. Fotocopias y fax, sí.
Mi hijo pequeño me dijo que en algún "Locutorio" de los inmigrantes posiblemente tendrían escaner. Vale, pero intentaré otra posibilidad.
Ah, ya sé, mañana cuando salga de clase me paso por El Corte Inglés y seguro que allí tienen ese servicio. Me llevaré el pen drive.
Efectivamente, pregunté y me dirigieron a la planta donde me harían el escaner de los documentos. ¡Soy feliz!.
Pues no, solo fotocopias y fax.
Solo me queda la posibilidad de preguntar en un "Locutorio".
Me superó un poco esta posibilidad de camino a casa.
Entré en el primero que me encontré. El hombre que estaba detrás del mostrador me miró con cara de "esta señora se ha equivocado de sitio".
Buenos días, por favor escanean ustedes documentos?
Sí. ¿Que hay que escanear?
Pues, estos 4 documentos.
Bien, espere ahí.
No sé como escaneó, pero tardo un montón. En ese espacio de tiempo compartí lugar con personas de distintos paises. Y cada una de ellas me miró con extrañeza de que una persona como yo estuviera allí.
Mientras permanecí allí, yo era la inmigrante. Yo era la persona distinta y yo era la persona desubicada.
Confieso que no me sentí nada bien.
Yo intente que me grabara el archivo con los documentos en el pen drive, pero el insistió en que la manera más cómoda y fiable era enviármelo a mi email. Me costó un montón decidirme a dárselo, pero se lo dí. No me fui muy conforme.
Cuando llegué a casa, allí estaban los documentos en mi correo.
Soy una estúpida. Y lo peor, creo que tengo prejuicios.
Creo que he recibido una buena lección.
Nunca diré de este agua no beberá.
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